En un mundo cada vez más digital, donde las billeteras electrónicas, las transferencias y las compras en línea ganan terreno, el uso del efectivo parece estar en la cuerda floja. Sin embargo, en países como Colombia, esta forma tradicional de pago sigue manteniendo una presencia dominante, incluso por encima de economías regionales más avanzadas en inclusión financiera.
Aunque las innovaciones tecnológicas han transformado el panorama financiero, el efectivo conserva un papel estratégico y lejos de ser un vestigio del pasado, sigue siendo la opción preferida para millones de personas, tanto por razones prácticas como estructurales; tal cual lo resaltan varios reportes del mercado.
En primer lugar, según un informe de Prosegur, revelado a finales del 2024, el efectivo es el medio de pago preferido por el 42% de los colombianos, seguido por las transferencias (28%), la tarjeta débito (19%), la tarjeta de crédito (5%) y las billeteras digitales (3%); lo que convierte al país en uno de los que tiene mayor uso de efectivo en América Latina, superando a economías como México, Ecuador y Brasil.
Una caída lenta, pero no terminal
El comportamiento del uso de efectivo en Colombia ha mostrado una tendencia descendente en los últimos años, pero de forma paulatina y de acuerdo con Andrés Daza Ferrer, director general de Prosegur Cash en Colombia, desde el año 2010 la participación del efectivo en el gasto de los hogares ha caído entre 1% y 2% anual; lo cual no es menor si se tiene en cuenta que para 2010, el efectivo representaba el 93% del gasto, mientras que hoy se sitúa alrededor del 85%.
Aunque este descenso refleja la penetración de nuevas tecnologías financieras, también deja en evidencia la resistencia cultural y estructural del uso del efectivo y al revisar las razones por las que esto paso, las mismas van desde la informalidad económica hasta la limitada bancarización en algunos segmentos de la población.
¿Qué impulsa el uso del efectivo?
Por otra parte, un estudio de BioBanknote SAS señala que el efectivo continúa siendo un pilar fundamental de la economía global, y no únicamente en países en desarrollo; ya que se estima que más de 1.400 millones de personas en el mundo no tienen acceso a servicios financieros digitales, por lo que dependen exclusivamente del dinero físico para participar en la economía.
Además, en contextos de crisis; como desastres naturales, cortes eléctricos o fallas tecnológicas; el efectivo sigue operando sin necesidad de conectividad, dispositivos ni intermediarios. En otras palabras, ofrece una red de seguridad que no puede ser reemplazada del todo por canales digitales.}
El uso del efectivo ofrece ventajas clave que lo mantienen vigente en la economía; como proteger la privacidad financiera al no dejar rastro digital, evitar comisiones bancarias y costos ocultos, y facilitar el control del gasto gracias a su naturaleza tangible. Además, promueve la inclusión social, especialmente en poblaciones no bancarizadas, y reduce la dependencia de las entidades financieras.
Para Rafael Eduardo Cruz, director de BioBanknote, “el efectivo no es una reliquia del pasado, sino una herramienta actual que fortalece la equidad, la seguridad y la libertad económica” e incluso tiene una menor huella energética frente a las transacciones digitales.
Es decir que aunque la digitalización financiera avanza, el panorama no es binario y el efectivo y los medios digitales pueden coexistir, especialmente en una economía como la colombiana, donde aún persisten altos niveles de informalidad y desigualdad de acceso a servicios bancarios.
El informe concluye que, si bien el crédito puede emerger gradualmente y las billeteras digitales pueden consolidarse en sectores específicos, el efectivo seguirá siendo un actor central, al menos en el corto y mediano plazo; ya que su resiliencia lo convierte no solo en una herramienta transaccional, sino en un símbolo de soberanía económica y libertad individual.
Fuente: Portafolio