El pasado 7 de noviembre la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, afirmó que "los principios básicos de diseño de un euro digital" están progresando "satisfactoriamente" y que la eurozona se encuentra en una etapa "relativamente avanzada en la exploración de una moneda digital del banco central".

Esta divisa digital (CBDC por sus siglas en inglés, “central bank digital currency”) sería dinero público sintetizado en un formato electrónico disponible para que lo usase cualquier persona, empresa o institución. En principio, debería tener el mismo valor y estabilidad que la divisa corriente en formato físico y estar diseñada para convivir con ella.

Divisa digital vs criptomonedas

La iniciativa para constituir una divisa digital europea surge como reacción al auge de las criptomonedas y a algunos anuncios, como el del dueño de Facebook, Mark Zuckerberg, de crear sus propias monedas de pago digitales que operarían al margen del sistema actual regulado.

La realidad es que estas divisas digitales “oficiales” son muy diferentes a las criptomonedas. Las primeras se refieren a un dinero digita público emitido por bancos centrales, y las segundas es dinero digital privado que pueden estar o no referenciado a divisas oficiales. El carácter de dinero electrónico emitido por un banco central conlleva que los consumidores pueden realizar depósitos y pagos directos a través de una cuenta residente en el banco central sin intermediarios financieros, librando al consumidor de las comisiones bancarias derivadas de la prestación de sus servicios como intermediario financiero. Si el consumidor dispone de una cuenta en el banco central en la que puede depositar dinero o realizar pagos, los bancos se limitarían a su función de crédito con los recursos captados de inversores, no de los depósitos de sus propios clientes, lo que supondría un cambio de paradigma del actual sistema financiero.

Pero el riesgo de una fuga masiva de depósitos de los consumidores provenientes de la banca comercial hacia los bancos centrales ha planteado la necesidad de regular algún tipo de limitación, operativa y cuantitativa, en los consumidores en el uso de su dinero en formato de divisa digital, lo que permitiría asegurar la mediación forzosa de actores financieros privados en el uso del dinero digital público. Precisamente eso distinguiría el cash de una divisa digital, porque de establecerse condiciones legales que impongan esa mediación obligatoria la divisa digital sería de una naturaleza distinta al cash, que no necesita de intermediarios en una transacción económica. Una limitación en el uso del dinero digital que conlleva de facto la privatización del dinero público, al imponer su acceso y uso a través de intermediarios financieros que pueden imponer sus condiciones de servicio, teniendo en cuenta la progresiva concentración del mercado bancario, especialmente relevante en la zona euro en las últimas dos décadas.

En cualquier caso, el dinero público digital es un experimento, un invento inédito en la historia, que se está desarrollando sin un debate público en el que se ofrezca toda la información sobre su definición, organización, funcionamiento, efectos y posibles riesgos, a pesar de que va a alterar el sistema monetario de manera radical. Y sin ese debate público se está desarrollando una iniciativa pública que va a afectar a millones de personas sin el necesario consenso social sobre su necesidad y oportunidad.

Otra característica que puede distinguir el cash de una divisa digital es el asunto de la privacidad, si bien en el primer caso está asegurada por sus características físicas, en el caso del euro digital ya se ha advertido que sería similar al dinero digital convencional, o sea, trazable e identificable por las autoridades. De hecho, en el proceso de consulta pública que ha realizado el BCE, la principal preocupación de las personas que opinaron sobre el euro digital mostraron su inquietud por la falta de privacidad de euro digital, lo que ha sido desoído por los directivos del BCE, que han señalado que el euro digital tendrá las mismas características que el dinero electrónico convencional y que deberán ser los legisladores los que aseguren los niveles de privacidad, dentro de esa limitación general que conlleva su naturaleza electrónica y dependiente de la intermediación financiera privada.

Una buena parte de los usuarios que operan con criptomonedas no lo hacen como medio de pago, sino meramente como un activo especulativo. Esta idea, unida a la reciente caída de las criptomonedas (más de un 70% desde máximos), plantea la pregunta de si existe una demanda real entre los usuarios de estos métodos de pago digitales; o si, con esta medida, el BCE estaría creando una necesidad inexistente que debilita el sistema que sí funciona: el efectivo. Tal vez los bancos centrales estén creando un problema para inventar una solución.

Dinero público vs privado

Este euro digital entraría dentro de lo que conocemos como dinero público y que, hasta ahora, estaba formado únicamente por el efectivo.

El dinero público, por tanto, es aquel creado por los Bancos Centrales, respaldado por el sector público y que sirve de ancla para el sistema monetario. El dinero privado o bancario, por su parte, es un dinero electrónico, creado por las entidades financieras a través de productos financieros como los préstamos y materializado en anotaciones en cuenta. No todo el dinero electrónico está soportado por monedas y billetes reales, pero la existencia de un dinero público material permite que los ciudadanos confíen en el valor del dinero privado emitido por los bancos. Desde hace décadas, sin embargo, el Banco Central Europeo ha permitido (y favorecido) el avance del dinero electrónico bancario combinado con un declive del cash como medio de pago que ha debilitado su función de ancla monetaria.

En este contexto, la divisa digital europea sería un dinero público, distinto del dinero privado bancario, pero que también se materializaría en formato electrónico y que podría ser utilizado para pagar con tarjeta o a través de una aplicación en el móvil. No queda claro, sin embargo, cómo quedaría reflejado en las cuentas corrientes de los usuarios si este euro digital tuviera que distribuirse también a través del sistema bancario.

Y cabe preguntarse, por último, si esta nueva oferta monetaria introducida en el mercado a través del euro digital sustituirá al efectivo, porque se ignora cuánto euro digital se tiene pensado emitir teniendo en cuenta el euro físico que ya se emite, aunque un portavoz del BCE, Fabio Panetta, sugirió que la cantidad máxima de euro digital a emitir sería 1,5 billones de euros, que coincide con todo el euro físico emitido por el BCE, lo que plantea la duda de si en el futuro se dejaría de emitir dinero físico desde el primer momento de emisión de euro digital hasta la extinción definitiva del euro en billetes y monedas. Hasta ahora el BCE no ha informado de sus previsiones de emisión simultánea o sustitutiva euro digital con respecto al euro físico.

Riesgos e incertidumbres

Actualmente, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS), nueve de cada 10 Bancos Centrales del mundo se encuentran al menos en las primeras etapas de desarrollo de una moneda digital y el 62 % está en periodos de experimentación y prueba de este concepto. En algunos, como en Suecia, el proyecto ha abierto el debate incluso sobre la supresión del efectivo.

La mayor parte de estos procesos, sin embargo, presentan todavía numerosas dudas e incertidumbres en su desarrollo:

  • Privacidad

Aunque el BCE mantiene que el Eurosistema no tiene interés en recoger datos de pagos de usuarios individuales, ni en rastrear hábitos de pago o compartir tales datos con terceros, para mantener esta privacidad habría que proteger diferentes tipos de datos: incluidos la identidad del usuario, los datos de cada pago (por ejemplo, su importe) y los metadatos de la operación (por ejemplo, la dirección IP del dispositivo utilizado).  Más allá de los requerimientos técnicos, las principales autoridades han manifestado también su intención de mantener cierta vigilancia sobre la operatividad de estas monedas para controlar el fraude o el blanqueo de capitales. Lo que en la práctica se traduce en que el BCE y las autoridades nacionales podría ser conocedoras de todo movimiento efectuado por el consumidor con el euro digital.

La presidenta del BCE manifestó el 8 de diciembre de 2022 en su intervención en “The meeting of the digital euro market advisory group”, que: "El anonimato total -como el que ofrece el dinero en efectivo- no parece una opción viable. Contravendría otros objetivos de política pública, como garantizar el cumplimiento de las normas contra el blanqueo de capitales y luchar contra la financiación del terrorismo. ".

En esta misma línea, también se ha manifestado el Banco de España. La subgobernadora Margarita Delgado, durante su intervención en la Conferencia Anual de la Central Bank Research Association (CEBRA), manifestó que: “Un euro digital conlleva también una serie de riesgos no desdeñables. Si, por ejemplo, se permite el anonimato como medio de ofrecer el mayor nivel posible de privacidad, estaríamos poniendo en peligro nuestro compromiso de luchar contra el blanqueo de capitales y la financiación de actividades delictivas.”

  • Estabilidad financiera

Si los cambios en la estructura del sistema financiero debido a la adopción de una divisa digital fueran abruptos, podrían surgir también riesgos adicionales para la estabilidad financiera, las condiciones de préstamo o la resiliencia de los bancos. El nuevo contexto podría implicar, en primer lugar, una mayor necesidad de financiación del mercado mayorista y, dependiendo de los niveles de absorción, influir en todo el sistema. La existencia de divisas digitales como un activo accesible y seguro podría aumentar, también, las posibilidades de huida de los capitales del sistema bancario, dando lugar a crisis o movimientos bruscos. Estos riesgos se reducen en el sistema existente a través de una regulación bancaria efectiva, seguro de depósitos y marcos de resolución.

En este sentido, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, afirmó que: “Hay que reconocer que el euro digital puede, potencialmente, afectar a la intermediación financiera de manera importante, sustituyendo los medios de pago que ahora provee el sector financiero, o incluso los depósitos que ahora custodian los bancos. Esto podría afectar negativamente a la estabilidad financiera, en particular en momentos de crisis, en los que el apetito por mantener depósitos en el banco central puede aumentar de manera significativa. “

  • Intermediación

Por otro lado, la puesta en marcha de la divisa digital presupone la existencia de una plataforma de pago en el propio BCE donde cada usuario tenga su cuenta bancaria. De no ser así, la moneda digital llegaría a los ciudadanos a través de intermediarios financieros supervisados, es decir de los bancos. Los Bancos Centrales seguirían proporcionando el dinero seguro pero los intermediarios financieros prestarían el resto de los servicios a los ciudadanos. Esta situación supone, en primer lugar, una privatización de facto del dinero público; pero, además, deja en manos de compañías tecnológicas, habitualmente extranjeras, el acceso y usabilidad del dinero que circula en la economía nacional con la vulnerabilidad estratégica que ello supone, cuando se recurra a dispositivos móviles de pagos.

Y en segundo lugar, qué supone la privatización del dinero público mediante la mediación forzosa de los operadores privados, en un mercado cada vez más concentrado que puede provocar imposición unilateral de condiciones de servicio, que afectará negativamente a los consumidores.

  • Vulnerabilidad

Como todo lo que se refiere al universo electrónico e internet, la divisa digital también es vulnerable a ataques informáticos. Eso conlleva dudar de la divisa digital en su virtualidad como infraestructura crítica de un país en caso de caída de servicio por ataques cibernéticos, catástrofes naturales o interrupción de la cadena de suministro.

En Finlandia, por ejemplo, las autoridades animan a la población a mantener reservas en efectivo por si surgiera un conflicto.

  • Operabilidad

Finalmente, si pensamos en una dimensión global, en la que las monedas digitales sean accesibles a no residentes, surgen dudas sobre la operativa de los sistemas de pagos. ¿Es posible esa interoperabilidad? Si tengo un euro digital, ¿cómo lo convierto en USA o en Singapur? Es evidente que el uso de una moneda digital fuera de la jurisdicción de emisión puede aumentar los riesgos de sustitución de monedas digitales (riesgo que puede ser particularmente elevado para los países emergentes), puede incrementar la transmisión internacional de las perturbaciones y puede alterar el papel internacional de las distintas monedas. Estos riesgos potenciales de una moneda digital de banca central son reales y deben analizarse previamente a su introducción.

Precisamente la interoperatabilidad de las divisas digitales plantea riesgos geopolíticos inéditos, precisamente teniendo en cuenta las ambiciones de China de convertir el yuan digital en una divisa de referencia en su comercio internacional, a costa del protagonismo global del dólar y el euro.

  • Riesgo de exclusión

Las divisas digitales requieren conectividad y destreza en el uso de herramientas digitales, lo que puede provocar situaciones de exclusión financiera y evidente trabas para las personas con algún tipo de limitación por sus características personales o sociales.

Otras Ideas fuerza

  • Desde hace décadas, el Banco Central Europeo ha permitido (y favorecido) el avance del dinero electrónico creado por la banca, lo que ha terminado por acorralar la única divisa de curso legal que es el euro.
  • Esta permisividad con el dinero privado desregularizado ha deteriorado el ancla monetaria que supone el dinero público
  • La creación de una divisa digital, que presenta todavía numerosas interrogantes en su operatividad y consecuencias, terminaría por debilitar el efectivo.
  • Mientras no se perfile con claridad el proyecto digital, conviene exigir al regulador que se centre en proteger la moneda que emite y que se ha demostrado que funciona: el euro físico.