Según la encuesta realizada por la plataforma de finanzas personales Credit Karma, el 45 % de los jóvenes de la Generación Z prefieren efectivo para las compras diarias, un porcentaje mucho mas elevado que en el conjunto de la población. Además, el 33% siente que tiene un mayor control de sus finanzas si opera con efectivo y un 25% afirma no querer acumular deuda. En esta misma línea apunta también la encuesta nacional sobre el uso del efectivo publicada por el Banco de España, donde un 60,3% de la población entre 18 y 24 años tiene el efectivo como método de pago preferido.

Tal y como recoge un estudio del Center for Generational Kinetics[1], la crisis económica derivada de la pandemia sanitaria impactó directamente en estos jóvenes, que además asistieron a las dificultades financieras de familiares y amigos. Según este informe, el 34% de los consumidores entre 13 y 25 años se vio afectado negativamente en su ahorro personal, el 36% en su posibilidad de obtener ingresos y el 39% en su capacidad para consumir. El 27% encontró problemas para ahorrar para su educación y el 29% para crear un fondo de emergencia.

Todas estas cuestiones han generado entre los más jóvenes una intensa preocupación por limitar el riesgo, por conocer las tarifas y los costes asociados a los medios de pago y, en definitiva, por tener un mayor control de sus finanzas personales. En este contexto, han “redescubierto” el efectivo como una herramienta útil, confiable y efectiva para comprender y optimizar su salud financiera. De hecho, el 64% afirma no poseer una tarjeta bancaria.

Muchas han sido las iniciativas de jóvenes con el efectivo que se han viralizado a través de la red. Una de las más compartidas ha sido la denominada ahorro en sobre. Esta medida consiste en realizar un seguimiento de sus gastos mediante la distribución de una cantidad fija de dinero en varios sobres dedicados a gastos regulares y objetivos a largo plazo. Ejemplo de ello es Laura Castellanos, cuyos videos en la cuenta de tiktok @abundantgains son seguidos por más de 11 millones de personas.

Este comportamiento, no es casual. Desde finales de los años 70 diversos autores, entre los que destaca Elizabeth Hirschman o Richard Feinberg, viene estudiando lo que se conoce como cashless effect o “efecto sin dinero”. Está hipótesis defiende la idea de que los consumidores tienden a comprar más productos y a pagar cantidades superiores cuando realizan el pago sin efectivo, al no existir la sensación física de estar desprendiéndose de dinero tangible. La sensación asociada al pago en efectivo sirve como una herramienta natural para hacer los pagos más visibles y conscientes y para mejorar la gestión de las finanzas personales, especialmente entre los más jóvenes.

[1] www.genhq.com

Artículo: Bloomberg