El pasado mes de diciembre el Banco Central Europeo (BCE) publicaba un informe[1] en el que abordaba varias cuestiones referentes al efectivo, entre las que destacaban el acceso al mismo, su aceptación y su impacto ambiental.

El efectivo sigue siendo la forma de pago más utilizada por los europeos en el punto de venta, lo que subraya la importancia de contar con una infraestructura adecuada para respaldar su ciclo de vida. Es clave asegurar que los ciudadanos y las empresas puedan acceder al efectivo de manera conveniente a través de una red de cajeros automáticos, sucursales bancarias y otros puntos de acceso. Se resalta también la necesidad de que los minoristas acepten efectivo y de que exista una red apropiada para que puedan depositar lo que reciben.

Entre estas cuestiones, se abordan más en profundidad otros aspectos cruciales como la calidad, seguridad y sostenibilidad medioambiental de los billetes en euros, que son prioritarios para el Eurosistema desde la introducción del euro en 2002. En este sentido, el BCE ha iniciado un estudio utilizando la metodología de la Huella Ambiental del Producto (PEF) de la Comisión Europea para evaluar el impacto ambiental de los billetes en euros como medio de pago. El objetivo es comprender completamente el ciclo de vida de los billetes y encontrar maneras de reducir su huella ambiental. El estudio identifica también las principales actividades que contribuyen a la huella ambiental de los billetes en euros, como el suministro eléctrico de los cajeros automáticos (37%), el transporte (35%), actividades de procesado durante la distribución (10%) y la fabricación de papel (9%).

Los hallazgos revelan que el impacto ambiental de los billetes en euros es muy reducido. La huella de los pagos en billetes realizados durante un año por una ciudadano de la Unión Europea representa el 0,01% de la actividad de consumo global anual en Europa. Esta diferencia se pone aún más de manifiesto si lo comparamos con otras actividades diarias. Por ejemplo, la puntuación de los pagos en efectivo anuales realizados por un ciudadano es equivalente a conducir solo 8 km en un coche estándar.

A pesar de esta baja incidencia, se han realizado esfuerzos significativos para seguir reduciendo la huella ambiental, incluyendo mejoras en la eficiencia energética de los cajeros automáticos y la implementación de programas de algodón sostenible. El Eurosistema se ha comprometido además a seguir en esta línea y está llevando a cabo investigaciones para desarrollar una futura serie de billetes en euros más respetuosa aún con el medio ambiente y a impulsar estudios adicionales en el caso de cambios significativos en el ciclo del efectivo.

Estos datos contrastan con el peso cada vez mayor de los centros de datos en el consumo eléctrico de los países. De hecho, estados como Irlanda (en el que estos centros suponen ya el 20% del consumo total), Alemania, Singapur, China, condados de Estados Unidos o la ciudad de Ámsterdam han introducido ya legislación restrictiva a estas actividades o están obligando a que su consumo provenga de fuentes renovables.

Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA) el consumo eléctrico derivado de estos centros de datos, de las criptomonedas y de la Inteligencia Artificial generativa se duplicará entre 2022 y 2026. Las regiones más afectadas serán Estados Unidos, que alberga un tercio de estos centros de datos de compañías como Microsoft o Google, y China, que tiene un tercio de los 8.000 centros que hay a nivel mundial.

 

[1] https://www.bde.es/f/webbe/GAP/Secciones/SalaPrensa/ComunicadosBCE/NotasInformativasBCE/23/ecb.full_report_pef.en.pdf