Mientras los eurócratas bronceados regresan de las vacaciones de verano para enfrentarse a la habitual avalancha de grupos de presión de septiembre en Bruselas, este año se encontrarán con un grupo de interés inesperado esperando en sus puertas: el Banco Central Europeo.
El tema candente en su agenda es el euro digital, una propuesta de versión electrónica del euro físico que tiene furiosos a bancos y políticos de derecha.
El debate se está intensificando a medida que los países miembros de la Unión Europea intentan alcanzar un acuerdo final sobre cómo debería funcionar el euro digital para finales de este año. Pero el Parlamento Europeo también necesita aprobarlo, y es probable que las conversaciones serias se intensifiquen durante este otoño.
En esencia, el euro digital es un nuevo método de pago con un trasfondo geopolítico. Sin billetes y monedas virtuales, el BCE teme que su autoridad monetaria se desintegre en una era digital donde los pagos en efectivo están disminuyendo. Se está impulsando el euro digital porque se argumenta que la inactividad hace que la Unión Europea dependa demasiado de los gigantes estadounidenses de las tarjetas de crédito, Mastercard y Visa, para gestionar las transacciones transfronterizas. Peor aún, empresas tecnológicas ávidas de datos como Meta, Apple o X podrían intentar hacerse con una tajada del pastel de los pagos, dejando a Europa a merced de intereses extranjeros.
La llegada del presidente estadounidense, Donald Trump, no ha hecho más que aumentar la ansiedad, sobre todo porque la Casa Blanca ha mostrado poca moderación a la hora de presionar a las empresas para que logren sus objetivos. Trump también firmó la Ley Genius, cuyo objetivo es impulsar ciertos criptoactivos llamados monedas estables.
Las monedas estables se diferencian de las criptomonedas con fuertes fluctuaciones como Bitcoin porque su valor está vinculado a una moneda fiduciaria, en la mayoría de los casos el dólar estadounidense. Esto hace que las monedas estables sean mucho más… bueno, estables, que otras criptomonedas, lo que significa que representan una auténtica amenaza para las monedas tradicionales como el euro, especialmente para los pagos transfronterizos.
La presión es fuerte. El BCE está intensificando sus actividades de lobby, participando en una serie de seminarios para miembros del Parlamento Europeo en septiembre, seguidos de una visita de Piero Cipollone, el principal impulsor del proyecto en el banco central. Los ejecutivos del BCE también tendrán la oportunidad de defender el euro digital a finales de este mes, cuando los ministros de finanzas y banqueros centrales de la UE se reúnan en Copenhague.
Pero, por una vez, los ministros de finanzas de la UE no son la principal preocupación del BCE; su principal objetivo es un español llamado Fernando Navarrete. Un banquero central convertido en diputado europeo de centroderecha, está a cargo de negociar el marco legal del euro digital en el Parlamento. El problema para el BCE es que Navarrete se muestra muy escéptico. Aquí hay cuatro cosas que debe saber sobre la inminente disputa sobre el euro digital.
¿Qué es el euro digital?
En pocas palabras, el euro digital es una extensión virtual de la moneda única de la UE.
El concepto de monedas digitales emitidas por bancos centrales, o CBDC, existe desde hace muchos años, aunque rara vez ha superado la fase conceptual. El BCE se planteó seriamente la creación de una en 2019 después de que Meta, propietaria de Facebook, intentara sin éxito introducir su propia moneda virtual global para sus 3000 millones de usuarios en forma de moneda estable.
El euro digital estaría respaldado por el BCE y tendría el mismo valor que el dinero real, complementando el efectivo y las tarjetas. La gente usaría el dinero virtual para pagar bienes y servicios, o para prestar a sus amigos. La diferencia radica en que los euros digitales probablemente se almacenarían en una aplicación similar a un monedero electrónico en el smartphone. El BCE también mantendría su propio registro del dinero virtual que se posee, lo que lo haría imposible de perder.
¿En qué se diferencia esto de los pagos digitales actuales?
La principal diferencia radica en que el euro digital sería una moneda de curso legal emitida por el banco central que, en teoría, no requiere la intervención de un banco comercial, lo cual es bastante revolucionario.
El dinero depositado en una cuenta bancaria comercial no está guardado en una bóveda esperando a que lo reclames. La mayor parte se ha prestado en forma de hipotecas y otros tipos de préstamos, y solo una pequeña parte se encuentra en reservas de efectivo. El dinero que crees tener en tu cuenta bancaria no está ahí; es solo la promesa del banco de pagártelo si decides reclamarlo. Pero los bancos cuentan con que los clientes no lo reclamen, al menos no de inmediato. Sin salvaguardas, un banco colapsaría si todos sus clientes exigieran todo su efectivo a la vez.
El euro digital propuesto es completamente diferente. Está guardado en una bóveda (digital) esperándote. Nadie más lo habrá tomado prestado para comprar una casa o emprender un negocio. Un euro digital en tu monedero digital sería tan legalmente real como un euro físico en tu bolsillo. Y como el BCE registraría cuántos euros digitales posees, esto lo hace aún más seguro que el efectivo físico, que es más fácil de robar, perder o destruir.
Por lo tanto, los pagos con euros digitales serían (teóricamente) más sencillos que los pagos digitales actuales. En lugar de que tu banco tuviera que liquidar una transacción compleja y en segundo plano con el banco del vendedor mediante empresas de pago externas (como Visa o Mastercard), simplemente enviarías los euros digitales desde tu monedero digital directamente al monedero digital del vendedor. Sería como entregar efectivo. En teoría, no sería necesario que intervengan bancos ni empresas de pago, aunque en la práctica sí tendrían que participar en la distribución del euro digital.
En otras palabras, un euro digital rompería el control del sector privado sobre los pagos digitales.
¿En qué punto se encuentra la propuesta?
Atascada en Bruselas. Aunque el euro digital es la creación del BCE, los gobiernos de la UE y los miembros del Parlamento Europeo son los encargados de elaborar el marco legislativo del proyecto. Esto ha mezclado la política con el debate, enturbiando las aguas desde la perspectiva de los tecnócratas. Los eurodiputados, por ejemplo, han atendido a la preocupación de que los gobiernos puedan utilizar el euro digital para espiar los pagos de los ciudadanos, una idea que el BCE ha rechazado.
Mientras tanto, muchos dentro del sector bancario y financiero han calificado el proyecto de "una solución que busca un problema", ante el temor de que tengan que asumir los gastos de la implementación de la infraestructura necesaria para el funcionamiento del euro digital. Argumentan que su introducción también podría frenar la innovación futura al dictar la dirección futura del sector de pagos de la UE.
La presión de la industria ha dado sus frutos. Navarrete ha calificado el euro digital como «un último recurso» y «una amenaza nuclear» que obligará a la industria a desarrollar un sistema de pagos transfronterizos antes de que el proyecto de ley esté listo.
¿Tendrá éxito el BCE?
El Parlamento es solo una de las bestias con las que el BCE debe lidiar. Los funcionarios del Consejo de la UE, que representa a los distintos países miembros del bloque, aspiran a ultimar su postura negociadora sobre el billete digital del euro para finales de año. Su participación también tiene al BCE en vilo, sobre todo porque el Consejo quiere tener la última palabra sobre cuántos euros digitales puede tener un ciudadano en un momento dado, para apaciguar el temor de los prestamistas a una retirada masiva de fondos.
Otro debate en curso es si los bancos deberían recibir una comisión por distribuir euros digitales y garantizar que sus sistemas de pago acepten y se beneficien de las transacciones con billetes virtuales en caja.
Los gobiernos preocupados por la privacidad, como Alemania y los Países Bajos, exigen las máximas garantías contra la vigilancia de los pagos; mientras que el gobierno belga ha dejado claro que no apoyará el euro digital si no puede utilizarse sin conexión.
Los banqueros centrales han recurrido durante mucho tiempo a discursos pomposos y charlas informales para influir en la formulación de políticas. Pero eso no ha funcionado con el euro digital. Y con el regreso de Trump al cargo, el BCE se ve obligado a abandonar su torre de marfil y entrar en el ruedo político.
Todo esto presagia un intenso debate político en los próximos meses, aunque el Parlamento no planea alcanzar una posición definitiva hasta mayo del próximo año, lo que significa que es poco probable que se puedan empezar a comprar con euros digitales hasta al menos 2028.
Fuente: Político