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La resistencia contra la tarjeta de crédito: «¡Mantengamos vivo el dinero en efectivo!»

«El apagón del lunes fue un toque de atención para muchos y yo me alegro», reflexiona Luisa Gaefke, dueña del bar Up and Down de Palma, local en cuya fachada cuelga un manifiesto a favor de los billetes y las monedas: «¡El dinero en efectivo es rey! ¡Mantengamos vivo el dinero en efectivo!».

Los primeros siete años del bar aguantó sin datáfono, pero con la pandemia ya se sintió obligada a ponerlo. Intenta usarlo lo menos posible y siempre trata de concienciar a la clientela de que con la tarjeta «los únicos que engordan y ganan son los bancos». Y es que aunque las entidades ofrezcan una tarifa plana a los negocios, al final siempre algo les cuesta y, encima, si te pasas de la tarifa «te cobran muchísimo, te pegan un palo», explica Gaefke.

La empresaria, de origen sueco, se indigna cuando escucha que la resistencia a la tarjeta se debe a que los empresarios quieren cobrar en B: «Lo que no quiero es que el banco tenga que ganar sí o sí, con cada pago con tarjeta el valor de mi dinero va disminuyendo», defiende.

Muchos clientes, asegura, entienden sus motivos pero otros, habla sobre todo de los más jóvenes, desconocen que cada cuenta abonada con medios electrónicos supone un beneficio para los bancos: «Eso me entristece, no son conscientes del peligro que supondría que el efectivo desapareciera, es algo que en mi país está más avanzado y me preocupa mucho», indica la empresaria de origen sueco, que predica con el ejemplo y en el pequeño comercio paga siempre en metálico: «Es ruin pagar una cartulina de 50 céntimos con tarjeta».

En el bar 501, que lleva 33 años dando servicio a una parroquia fiel en la barriada de Son Espanyolet, un cartel con implacables mayúsculas colgado en la puerta lo advierte desde el inicio: «No se aceptan tarjetas, solo pago en efectivo».

Rosario Robles, al frente del 501, sabe que tendrá que acabar claudicando, pero intentará aguantar todo lo que pueda. «No quiero estar controlada», resume. Su decisión no le ha generado nunca ningún conflicto, asegura. Tiene mucho cliente fijo que ya lo sabe y en general los recién llegados ven el cartel y lo asumen. A algunos les pilla desprevenidos, pero en esos casos, si no llevan metálico, Rosario les da su teléfono y le pagan por Bizum.

Estos negocio que piden a sus clientes que por favor les paguen en efectivo (o que directamente no aceptan tarjetas) constituyen la resistencia ante el avance imparable de los métodos electrónicos de pago, una tendencia que la pandemia aceleró.

Las opciones electrónicas de pago, al alza

Los datos son irrebatibles. Según la encuesta ‘Métodos de pago: la decisión definitiva’, elaborada el año pasado por la empresa tecnológica española PaynoPain, solo un tercio de los ciudadanos de baleares utiliza monedas o billetes en su día a día, frente a un 67 % que prefiere opciones electrónicas.

Entre estas nuevas formas de pago, los ‘wallets’ digitales (en el móvil, en relojes inteligentes o incluso ya en anillos inteligentes) se han convertido en la opción favorita, utilizados por el 44 % de los usuarios, mientras que un 23 % sigue optando por la tarjeta clásica.

Más de la mitad de los ciudadanos (un 55 %) creen que el dinero en metálico desaparecerá entre los próximos cinco o diez años, pero, según la encuesta, ese panorama no gusta a nadie: el 100 % de los entrevistados cree que la desaparición total del efectivo sería «una pésima noticia», algo que reflejaría el apego cultural y la desconfianza que todavía genera la pérdida del medio de pago tradicional, razona Héctor Iglesias, director de negocio de Paynopain, empresa especializada en medios de pago electrónicos.

Y es que la cultura y las costumbres también se ven en la manera en que nos rascamos el bolsillo. En Alemania, por ejemplo, por una cuestión de recelo y salvaguarda de la privacidad, no está extendido el uso de la tarjeta de crédito como en España u otros países. No les gusta que los bancos sepan en qué gastan su dinero (y en definitiva, qué hacen con sus vidas) y hay cierto activismo en este sentido.

En nuestro país el pago digital está muy avanzado, señala Iglesias, y la transformación ha llegado incluso a sectores donde hace pocos años era minoritario, como los bares de copas y discotecas. La razón principal es la evolución del comportamiento del cliente (muchos usuarios, especialmente los más jóvenes, ya no llevan efectivo), y también el desarrollo de la tecnología ‘contactless’, que ha hecho muy cómodo y rápido pagar con tarjeta o móvil (salvo en caso de apagón, claro).

Niega la falta de seguridad y asegura que «el uso del móvil resulta incluso más seguro que la tarjeta física» porque «estos sistemas generan un ‘token’ de un solo uso que se envía al datáfono, lo que protege al usuario ya que esa información no puede ser reutilizada en caso de robo». Señala además una desventaja del dinero físico frente al electrónico: riesgos como errores de caja, cambios mal dados o incluso sustracciones.

Con todo, desde esta empresa tecnológica asumen que hay resistencias al ‘dinero de plástico’ o virtual, especialmente en sectores como la hostelería, algo que achacan a cuestiones fiscales: un pago con tarjeta queda registrado, lo que obliga al negocio a declararlo y aplicar el correspondiente IVA.

Respecto a las comisiones bancarias, Iglesias limita su impacto ya que desde la regulación europea de 2014 sobre las tasas de intercambio se han reducido considerablemente, indica. Las tasas están reguladas y son iguales para todos pero, concede, en operaciones muy pequeñas puede que algunos comercios no consideren rentable aceptar tarjeta debido a los costes fijos.

Desde su posición, ve claro que los pagos electrónicos irán al alza y surgirán nuevas herramientas ya que la tecnología no para de evolucionar y si ya vemos gente que paga con anillos inteligentes, hay sistemas muy avanzados, como el pago con biometría, incorporado en tarjetas con lector de huellas (aunque por ahora su coste, creen desde Paynopain, es superior al beneficio que ofrecen). Se están desarrollando nuevas soluciones que se integran tanto en aplicaciones móviles como en tarjetas físicas, ofreciendo una experiencia de pago «más segura y cómoda».

Pros y contras

Juan Miguel Ferrer, responsable de Restauración en CAEB, señala que efectivamente hay bares y restaurantes que siguen intentando plantar cara al dinero electrónico como método de pago, aunque aclara que no es algo que se haya tratado a nivel de patronal.

Cree que las tendencias de consumo se acabarán imponiendo del todo (es de ese 55% de la población que ve venir un futuro ‘cashless’) y aprecia ventajas en el cobro con tarjeta (mayor control para el propietario y menos posibilidades de descuadres y robos). Pero también tiene claro que hay algunas desventajas e incomodidades, sobre todo para los negocios más pequeños y con menos margen: «Requiere un esfuerzo contable, de ir repasando todo y además el pago no es al momento, llega en dos o tres días», señala Ferrer.

Un 'melón' aparte relacionado con el alza de los pagos vía electrónica se relaciona con las propinas. Algunos restaurantes de la isla piden a los clientes que al menos la propina sea en efectivo. Este abono extra por el servicio iba directamente al bolsillo del personal, pero desde el momento en que se paga con tarjeta ese ingreso queda registrado oficialmente lo que implica un desafío contable para el propietario y que Hacienda ya puede exigir que tribute su IRPF. En otros negocios de Palma, las máquinas TVP ya dan la opción al cliente de elegir qué quiere dejar de propina: 5, 10 o 15%.

Aquellos que viven sin dinero en metálico se llevan alguna sorpresa cuando no pueden pagar con tarjeta ya que dan por supuesta esta opción, como si fuera un derecho del consumidor. Pero desde la dirección general de Consumo, se recuerda que, según la normativa del Banco de España, los negocios no están obligados a ofrecer el pago con tarjeta (eso sí, deben informar de ello de forma clara a sus clientes con un cartel visible). Lo que sí es obligatorio aceptar el dinero en efectivo (y, ojo, aunque sea algo relativamente habitual, no pueden negarse a aceptar pagos con billetes grandes).

Alfonso Rodríguez, presidente de la asociación de Consumidores Consubal, señala que no les llegan muchas reclamaciones ni peticiones por este tema. Sí tiene constancias de episodios en los que ha tenido que acabar acudiendo la policía al generarse algún conflicto con clientes a los que el veto a la tarjeta les ha pillado desprevenidos.

Aunque él admite que es de los que se ha rendido a la comodidad del pago ‘contactless’ con el móvil, Rodríguez recuerda que para ser consciente de cuánto se gasta es mejor el efectivo. Desde Consubal es una de las recomendaciones que hacen en época de rebajas: «Sal de casa llevando encima solo el dinero que quieres gastar».  Si pagas con una ‘wallet0 digital y ni siquiera sacas la cartera para abonar la cuenta todavía te das menos cuenta de que estás gastando. Al pagar de forma virtual, Rodríguez recomienda asegurarse de que la cantidad que se marca en el datáfono es la correcta y aconseja responder siempre sí a una pregunta a la que siempre decimos no: ‘¿Quiere copia?’.

Fuente: Diario de Mallorca